LA MUJER QUE ENGAÑO AL DIABLO
Había una vez una familia que vivía en el campo y no tenía nada; era muy pobre.
Cierto día, los integrantes de la familia, el marido y la mujer,andaban pensando qué comerían, qué gastarían en todo el año:
—¿Qué haremos? ¿Cómo viviremos?
El marido decide ir a trabajar lejos.No le importa lo que pase y deja a su mujer sola, esperando. Ella no se preocupaba. El señor se fue; se metió por el monte, al tercer día, se encontró con un señor que montaba un caballo blanco, elegante. Se notaba que ese señor era rico y poderoso; de esos señores billetudos.
Entonces el señor le preguntó si tenía algún trabajo, pues él necesitaba trabajar.
—Sí ¡cómo no! Si tienes ese deseo, pues vamos a la casa.
Entonces lo llevó a su casa. Le enseñó el campo que tenía y le dijo dónde iba a trabajar. El señor trabajó en el campo. Estuvo a gusto ya que ahí sí ganó sus centavitos. Entonces el señor,cuando vio que tenía suficientes billetes, regresó a se va ver a su “señora”.
Llegó a su casa contento, con muchos billetes en la bolsa. Estubo unas semanas con su familia hasta que gastó todo lo que tenía.
El señor y la señora decidieron ir juntos a trabajar con el patrón. Pero no trabajaban mucho sino que pedían préstamos; pedían créditos a su patrón, que era el diablo, aunque ellos no lo sabían porque él estaba disfrazado.
El diablo había cambiado su manera de ser; también puede adquirir la forma de animales.
Los esposos trabajaron nada más un tiempo, el patrón les dio lo que habían pedido prestado y luego se fueron, creyendo que su patrón ya no los iba a encontrar.Pero como era el diablo es lógico que los encontrara. El señor había hecho un pagaré: “cubro ésto y lo pago tal fecha; pero si no lo cubro, pago con interés”.
Los señores llegaron a su casa y pusieron un puesto grande,una tiendota. El señor entonces se hizo poderoso; ya que como dice el dicho: “el dinero del diablo cómo aumenta en minutos o
en segundos”. A los señores les gustó, pero llegó el día de pagar la cuenta. El señor estaba indeciso.
—¿Cómo le pagaré? ¿O no le pago? ¡Ese señor tiene muchos billetes!
Pasó un día, dos, y al tercero fue a ver al patrón.
—Patrón, hasta ahorita vengo, pero traigo malas noticias.Ahorita ando bien fastidiado, no cuento con suficientes recursos.No tengo dinero. Pero le aseguro que le pago después.
—Como quieras, si no puedes ahora, pues págame pa’ la próxima.
Entonces fijaron otro día. El señor salió para su casa. El se había convertido en un ricachón de primera.
La fecha pactada llegó y el diablo fue a casa del señor ricachón.Llegó montado en su caballo blanco. El señor, para entonces,ya sabía que el patrón era el diablo. Tocó el diablo y contestó
la esposa del nuevo rico, porque ella sabía que esa fecha iba a llegar el diablo. Pero la señora había escondido a su marido debajo de la cama, para que el diablo no lo viera.
—No está mi marido. Todavía no llega porque se fue a otro lugar para trabajar, porque ahorita no tenemos dinero —le decía la señora al diablo, aunque no le enseñaba la tiendota que tenían
dentro de la casa.
—Bueno, dentro de 15 días regreso; y si no me pagan pues les quito la casa y me los voy a llevar a ustedes para siempre.
El diablo se fue. Cuando la señora vio que ya se había alejado bastante llamó a su marido.
—Ya se fue. ¡Salte, salte! Ahora tenemos que planear qué vamos a hacer.
Entonces se pusieron a pensar bien lo que iban a hacer. Tanto pensaron que nada más les faltaban dos días para la cita. A los trece días, a la señora se le ocurrió pelar a su marido. Le cortó el cabello y lo dejó pelón, sin un solo cabello; hasta le brillaba la cabeza, se veía muy feo. Faltaban unas cuantas horas para que llegara el diablo. La mujer le dice a su esposo:
—Tú te vas a sentar aquí al lado del fogón.
Cuando la señora vio que se acercaba el diablo agarró un puño de tizne y se lo untó al marido por toda la cabeza. Entonces llegó el diablo y tocó la puerta.
—¡Señora! ¡Señora! Vengo por el dinero.
—¡Ay patrón! Mire cómo está mi marido.
—¿¡Cómo!?
—¿Qué no ve usted que está enfermo mi marido? Mire cómo tiene la cara, la cabeza ¿Qué no se da usted cuenta?
—¡Pero cómo!
—Pues está enfermo. Y de dónde vamos a sacar dinero. Así es que ‘ahorita no podemos pagarle.
—No, pues si no encuentran... pues ya ni me paguen.
Así es como la mujer engañó al diablo.
Había una vez una familia que vivía en el campo y no tenía nada; era muy pobre.
Cierto día, los integrantes de la familia, el marido y la mujer,andaban pensando qué comerían, qué gastarían en todo el año:
—¿Qué haremos? ¿Cómo viviremos?
El marido decide ir a trabajar lejos.No le importa lo que pase y deja a su mujer sola, esperando. Ella no se preocupaba. El señor se fue; se metió por el monte, al tercer día, se encontró con un señor que montaba un caballo blanco, elegante. Se notaba que ese señor era rico y poderoso; de esos señores billetudos.
Entonces el señor le preguntó si tenía algún trabajo, pues él necesitaba trabajar.
—Sí ¡cómo no! Si tienes ese deseo, pues vamos a la casa.
Entonces lo llevó a su casa. Le enseñó el campo que tenía y le dijo dónde iba a trabajar. El señor trabajó en el campo. Estuvo a gusto ya que ahí sí ganó sus centavitos. Entonces el señor,cuando vio que tenía suficientes billetes, regresó a se va ver a su “señora”.
Llegó a su casa contento, con muchos billetes en la bolsa. Estubo unas semanas con su familia hasta que gastó todo lo que tenía.
El señor y la señora decidieron ir juntos a trabajar con el patrón. Pero no trabajaban mucho sino que pedían préstamos; pedían créditos a su patrón, que era el diablo, aunque ellos no lo sabían porque él estaba disfrazado.
El diablo había cambiado su manera de ser; también puede adquirir la forma de animales.
Los esposos trabajaron nada más un tiempo, el patrón les dio lo que habían pedido prestado y luego se fueron, creyendo que su patrón ya no los iba a encontrar.Pero como era el diablo es lógico que los encontrara. El señor había hecho un pagaré: “cubro ésto y lo pago tal fecha; pero si no lo cubro, pago con interés”.
Los señores llegaron a su casa y pusieron un puesto grande,una tiendota. El señor entonces se hizo poderoso; ya que como dice el dicho: “el dinero del diablo cómo aumenta en minutos o
en segundos”. A los señores les gustó, pero llegó el día de pagar la cuenta. El señor estaba indeciso.
—¿Cómo le pagaré? ¿O no le pago? ¡Ese señor tiene muchos billetes!
Pasó un día, dos, y al tercero fue a ver al patrón.
—Patrón, hasta ahorita vengo, pero traigo malas noticias.Ahorita ando bien fastidiado, no cuento con suficientes recursos.No tengo dinero. Pero le aseguro que le pago después.
—Como quieras, si no puedes ahora, pues págame pa’ la próxima.
Entonces fijaron otro día. El señor salió para su casa. El se había convertido en un ricachón de primera.
La fecha pactada llegó y el diablo fue a casa del señor ricachón.Llegó montado en su caballo blanco. El señor, para entonces,ya sabía que el patrón era el diablo. Tocó el diablo y contestó
la esposa del nuevo rico, porque ella sabía que esa fecha iba a llegar el diablo. Pero la señora había escondido a su marido debajo de la cama, para que el diablo no lo viera.
—No está mi marido. Todavía no llega porque se fue a otro lugar para trabajar, porque ahorita no tenemos dinero —le decía la señora al diablo, aunque no le enseñaba la tiendota que tenían
dentro de la casa.
—Bueno, dentro de 15 días regreso; y si no me pagan pues les quito la casa y me los voy a llevar a ustedes para siempre.
El diablo se fue. Cuando la señora vio que ya se había alejado bastante llamó a su marido.
—Ya se fue. ¡Salte, salte! Ahora tenemos que planear qué vamos a hacer.
Entonces se pusieron a pensar bien lo que iban a hacer. Tanto pensaron que nada más les faltaban dos días para la cita. A los trece días, a la señora se le ocurrió pelar a su marido. Le cortó el cabello y lo dejó pelón, sin un solo cabello; hasta le brillaba la cabeza, se veía muy feo. Faltaban unas cuantas horas para que llegara el diablo. La mujer le dice a su esposo:
—Tú te vas a sentar aquí al lado del fogón.
Cuando la señora vio que se acercaba el diablo agarró un puño de tizne y se lo untó al marido por toda la cabeza. Entonces llegó el diablo y tocó la puerta.
—¡Señora! ¡Señora! Vengo por el dinero.
—¡Ay patrón! Mire cómo está mi marido.
—¿¡Cómo!?
—¿Qué no ve usted que está enfermo mi marido? Mire cómo tiene la cara, la cabeza ¿Qué no se da usted cuenta?
—¡Pero cómo!
—Pues está enfermo. Y de dónde vamos a sacar dinero. Así es que ‘ahorita no podemos pagarle.
—No, pues si no encuentran... pues ya ni me paguen.
Así es como la mujer engañó al diablo.
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